sábado, 12 de septiembre de 2015

Diez formas de cultivar una mentalidad flexible

Dicen las enciclopedias que el llamado “junco de la Patagonia” puede soportar con entereza vientos que alcanzan los 150 kilómetros por hora. Con tal resistencia, ha ganado tan buena fama para todos los de su especie que hasta han sido destacados en el Talmud, libro sagrado del judaísmo, donde puede leerse: "Sé flexible como un junco y no rígido como un ciprés".

También he leído que algunas arañas nunca tejen su tela entre dos piedras u otros objetos duros sino que elijen hacerlo entre flexibles hojas de hierba, por ejemplo. Su instinto les dice que cuando el viento pase por ahí, su tela se inclinará con la hierba y se mantendrá intacta cuando ésta vuelva a enderezarse. Instalándose entre las rígidas piedras el viento podría arrancarla.

Al leer estas anécdotas sobre el valor de la flexibilidad es fácil que pienses en lo bien que le sienta a tu cuerpo practicar posturas de yoga, nadar o bailar y comparto esa idea. Pero además, hoy te propongo reflexionar sobre los beneficios de cultivar una mentalidad flexible, igualmente creo yo, fuente de bienestar.

Este tipo de flexibilidad, como la del junco y la hierba, implica adaptación sin ruptura,  es decir, poder amoldarte a las situaciones manteniendo intacto tu equilibrio interior. Equilibrio sustentado en losvalores que dan sentido a tu vida y el propósito vital que te motiva. Así que no se trata de un ceder por miedo al conflicto en el que pierdes tu norte personal. Ni es una ciega sumisión que te anula. No es cambiar por seguir la corriente sino para encontrar nuevas oportunidades de hacer tu camino. No es resignación sino empatía unida a coherencia. No es un inconsciente dejarse llevar sino consciente apertura a lo nuevo. No es cerrar los ojos ante la adversidad sino fluir con ella tratando de sacarle provecho. La flexibilidad no es un improductivo conformismo sino una actitud proactiva que se funda en una buena autoestima, el respeto por tus sueños y la paciente y perseverante confianza en tu capacidad de aprendizaje, superación y creatividad.

La vida está cambiando continuamente así que tarde o temprano te encontrarás con situaciones que pondrán a prueba tu flexibilidad.  Cambios de casa, de escuela, de país, de trabajo, cambios propios de la edad o derivados de pérdidas y rupturas requerirán de tu capacidad de adaptación a nuevos contextos, normas y costumbres. Para poder dar una respuesta rápida y efectiva a estos desafíos manteniendo tu equilibrio emocional y disfrutando del proceso te conviene tener bien entrenada tu mente. Por si quieres mejorar en este empeño te ofrezco un conjunto de reflexiones, propuestas y ejercicios que te ayudarán a desarrollar y mantener una sana flexibilidad en tu actitud ante la vida:

1.- Acostúmbrate a hacerte preguntas que amplíen tu visión de lo que sientes y lo que deseas ante las situaciones que afrontas: ¿Qué diferencia hay entre lo que creo que debo hacer, lo que siento que debo hacer y lo que deseo hacer? ¿Qué haría si no creyera que es imposible? ¿Qué acciones emprendería si me sintiese libre? ¿Qué decisiones tomaría si supieras que voy a tener éxito? Para descubrir la verdadera dimensión de un asunto necesitas verlo desde distintas perspectivas.

2.- Procúrate ratos de soledad para pensar sobre cosas que no estén relacionadas con tus preocupaciones cotidianas. Tiempo para la ensoñación, para emprender incursiones en lo irracional, para imaginar, para dejar que la mente vague hacia cualquier rumbo o para observar la realidad con una mirada que no sea la habitual en ti: "Contempla un cuadro al óleo, fija tu mirada en una pincelada y dile “existes y te veo”; luego observa el cuadro en su totalidad pero sin perder de vista ese trazo particular. Podrás comprender que cada cosa, por insignificante que parezca, tiene su lugar y su valor. Sólo es necesario adoptar la perspectiva adecuada al contemplarla." (“Lo que el corazón quiere contemplar”)

3.- Si te topas con los mismos obstáculos, una y otra vez, quizás es que, como una foto fija, mantienes una visión caduca de tu rumbo. A veces, la forma en que enfocamos el problema, es el problema. En este audio te presento un breve relato y cuatro ejercicios para aprender a enfrentarte a un conflicto desde distintas perspectivas. El objetivo es abrirte, con flexibilidad, a nuevos campos de observación para encontrar soluciones:


4.- Experimenta dando expresión a distintas facetas de ti mismo. Dedícate a actividades que te atraigan y que no hayas intentado antes. Haz espacio en tu vida para la creatividad que se alimenta de la diversidad y se divierte jugando a integrar opuestos. Aceptar una situación porque siempre se ha hecho así es ondear la bandera de la inercia. Si nuestros antepasados más remotos se hubiesen conformado con hacer las cosas "como siempre", no habrían convertido en herramientas útiles las piedras, ni encontrado el modo de cultivar las plantas silvestres, ni representado con símbolos las ideas. Prueba a realizar lo que te gusta, con gente diferente, con nuevos recursos y con enfoques alternativos.

5.- No te dejes arrastrar por las rutinas que nada te aportan. Paséate  fuera de las zonas de confort. “Jugar así implica, por ejemplo, salir a dar un paseo y moverte diferente. Cambiar algún ingrediente al elaborar tu preferido pastel. Poner más atención al tono de la voz en vez de al contenido de una conversación. Sorprenderte haciendo algo al revés o saboreando el vacio que aparece al no hacer algo que estés habituado a hacer. Por un día, imaginar que acabas de nacer. Experimentar con alguna nueva afición. Ponerte en contacto con quien jamás hubieras pensado conversar. Atreverte a darte eso que nunca te das. Probar a expresarte con los gestos y sin hablar. Hablar de tu experiencia imaginando que eres únicamente el dedo gordo de tu pie. Cantar cuando toca comer y retozar cuando esperabas descansar. Cambiar el paso a la rutina y, por el simple deseo de jugar, probar nuevas experiencias más allá de lo habitual.” (“Loque el corazón quiere contemplar”)

6.- Date permiso para hacer “tonterías”. Atrévete a contar un chiste o trata de quitar hierro a una situación tensa con una respuesta  graciosa. Haz broma refiriéndote a alguna de tus manías o caricaturiza algo que sea propio de tu forma de ser. A veces, tener como “llave maestra”, una palabra dicha en un tono especialmente gracioso o un gesto cómico, puede ser una herramienta estupenda para disolver tensiones y poner flexibilidad ante actitudes rígidas.

7.- Cualquier día puede ser bueno para calzar tu ánimo en otra mentalidad e investigar cómo se siente la vida en ese caminar. Elige una persona con la que te resulte difícil llevarte bien o cuyo comportamiento no logres comprender. Piensa en sus circunstancias, su día a día y las motivaciones que le pueden llevar a hacer lo que hace. ¿Cuáles son las dificultades que afronta? ¿Cómo es su entorno? ¿Qué tipo de limitaciones tiene que asumir? ¿Está soportando presiones familiares, problemas económicos o preocupaciones de salud? ¿Qué es lo que más anhela? ¿Qué miedos le frenan? Prueba sus comidas favoritas, baila con sus ritmos preferidos, habla en su idioma, vístete a su modo y observa sus tradiciones. La experiencia de vivir está llena de recodos inesperados y conviene transitarla apoyándonos en mapas mentales abiertos.

8.- Cultiva la humildad. La necesitas para estar dispuesto aceptar los errores, pedir disculpas con sencillez y aprender de la experiencia y de los demás. Tener criterio es saber lo que te importa. Ser inflexible es creer que eso es lo único que importa. Aunque te creas muy razonable, has perdido la razón si crees que eres el único que la tiene. Poder argumentar tus puntos de vista significa que tienes tus razones, no la razón. Hay otras personas con otras razones. La costa de la vida tiene muchas atalayas. Desarrolla un sincero interés por los “por qués”, los “cómos” de los demás para comprenderlos en profundidad. Recuerda que relaja entender que aunque no se hagan las cosas a tu modo, se pueden hacer bien. Colabora, abriéndote a sentir los intereses de otros como tus propios intereses. Crea espacios de confianza, libres de juicios y etiquetas donde, asumiendo posibles equivocaciones, se valore la inciativa y la creatividad.

9.- Cuando sientas inquietud ante un imprevisto recuerda la sabiduría del río que desciende de la montaña buscando el mar adaptándose a los desniveles y obstáculos del terreno. En el día a día, asume con consciencia y responsabilidad los cambios que hagas en tu planificación. Recuerda que toda buena gestión del tiempo tiene que incluir flexibilidad para asumir los contratiempos. Espera lo mejor, haz lo necesario para lograrlo y acepta lo inesperado como compañero de viaje.

10.- Si en tu mente no hay cabida para el misterio y las preguntas quizás es que los dogmas te aprisionan. Atreverte a dudar puede liberarte. Fomenta la curiosidad y mantén activa tu capacidad de aprendizaje. Reúne enseñanzas de todas partes e integra las que te ayuden a crecer en paz. No importa si una creencia es cierta o falsa sino si te potencia o te limita. Detecta las creencias que te frenan y empieza por cuestionarlas. A la vuelta de la esquina de una creencia limitadora te espera una nueva idea, otra emoción y diferentes campos de acción. Pero hay que dar la vuelta a esa esquina. “Se cuenta que un peregrino llegó hasta la casa de un anciano considerado el más sabio del lugar. Se lo encontró en la puerta tallando una flauta y tras saludarle le pregúntó si podría ayudarle a encontrar la Verdad. En un tono amable y después de un largo silencio, el anciano empezó a explicarle que había una actitud que era imprescindible tener en cuenta. El viajero, algo ansioso, interrumpió su reflexión diciéndole que ya sabía que por encima de todo había que sentir una irresistible pasión por esa búsqueda. A lo que el anciano, sonriendo, respondió: No, lo que es imprescindible es una incesante disposición a reconocer que puedes estar equivocado.”

Gracias por tu atención. Estaré encantada de leer tus comentarios. Abrazos y hasta pronto.


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martes, 1 de septiembre de 2015

¡Gracias, gratitud!

Decía el filósofo y escritor indio Rabindranath Tagore: “Agradece a la llama su luz, pero no olvides el pie del candil que paciente la sostiene.” Y al leerlo pienso en tantas y tantas cosas por las que se puede sentir agradecimiento.

Gratitud es el sentimiento que experimenta un ser humano al estimar lo que se le ofrece. Agradecimiento es la acción de agradecer. Y ser agradecido sería la actitud sincera, de corazón, de quien sabe apreciar lo recibido y expresar su gratitud.

Para mi, ser capaz de sentir agradecimiento y poder expresarlo, ya es algo enormemente estimable. Por eso hoy digo: ¡Gracias, gratitud! Gracias por formar parte de mi vida y llenarla de experiencias positivas.

Gracias, gratitud, porque me ayudas a tomar consciencia de todo lo positivo que existe en mi vida y eso impide que mi atención quede atrapada en las preocupaciones y carencias. Mirando mi vida desde tu perspectiva me siento con más fuerza para afrontar lo mejorable pues me contagias la alegría de contemplar las maravillas.

Gracias, gratitud, porque cuando creo que ya no tengo nada que ofrecer, me recuerdas que te tengo a ti y tú eres siempre un buen regalo para ofrecer a los demás. Eres bien recibida por todos. No hay círculo social ni lazo afectivo que se te resista. Todos te aprecian y aprecian a quien va contigo.

Gracias, gratitud, porque después de un día difícil y caótico, aún estresada y de mal humor, si me aferro a ti y repasamos juntas cada momento de la jornada, parece que todo se equilibra, se ordena, me voy encontrando más en paz y hasta creo que duermo más tranquila.

Gracias, gratitud, porque contigo, ir de excursión al pasado, ya no me da miedo. De tu mano, en cada oscuro rincón de lo que fue, en cada amarga encrucijada, soy capaz de vislumbrar algún sosegador aprendizaje y algún trocito de ternura que ilumina el paisaje. Antes de darte espacio en mi vida, cada vez que volvía de algún recuerdo notaba amargura en el presente. Ahora, cuanto más dejo que te inmiscuyas en mi pasado más feliz me siento en el ahora.

Gracias, gratitud, porque en medio de mis tormentas emocionales tú eres el pararrayos. Poniéndote ante la envidia, el enfado o la frustración, atraes su energía desbordante y la contienes hasta que adquiere el tono adecuado para seguir fluyendo sin destruir.

Gracias, gratitud, porque tú me animas a tomarme el tiempo necesario para apreciar conscientemente la complejidad de la vida, me invitas a aguzar los sentidos y a percibir más conscientemente. Desde que jugamos juntas, cada anochecer, a reunir motivos de agradecimiento, cada jornada la vivo con la actitud de los viajeros que captan los matices de los fugaces instantes. Abiertos al asombro e intoyendo lo maravilloso.

Gracias, gratitud, porque desde que dejé que te instalaras en mi corazón, no solo soy capaz de ver lo mejor de cada situación sino, además, he descubierto que, dejando que estés presente en mis relaciones, haces que aflore lo mejor de cada persona. Y pones una cierta nobleza en cada vínculo, como una música de fondo, armoniosa y tranquilizadora.

Gracias, gratitud, porque me has enseñado a ver la vida como un regalo que tengo que descubrir, desenvolver y disfrutar. Contigo de maestra aprendo a intuir órdenes de amor bajo ásperas apariencias y a reconocer una red de colaboración en las situaciones más cotidianas que antes contemplaba con indiferencia.

Gracias, gratitud, porque juntas podemos soñar un futuro esperanzador ya que siempre habrá, como ahora, motivos de agradecimiento y habrá un propósito de consecuencias positivas garantizadas: expresar gratitud y disfrutar de tan conmovedor sentimiento.

Gracias, gratitud, porque desde que te elegí como estilo de vida, sigo encontrándome con dolor y pérdida pero lo afronto con la fortaleza de quien tiene donde apoyarse, pues tú me has enseñado que, sea como sea, también la abundancia me rodea.

Gracias, gratitud, porque contigo he comprobado que si aprecias lo que alguien te ofrece, le animas a seguir dándote más y eso también funciona con uno mismo y con la vida, pues para la gratitud no hay fronteras ni nivel de conciencia que no pueda alcanzar.

Finalmente, gracias, gratitud, porque contigo estoy aprendiendo a amar. Es más, creo que tú eres esa llave maestra, que siempre se encarga de abrir mi corazón para que el amor pueda salir y abrazar la vida. Ahora entiendo por qué el místico poeta William Blake decía que “la gratitud es el mismo cielo”.

Algo parecido, aunque con un lenguaje científico, opinan los creadores de este precioso vídeo:


Gracias por leerme, por tus comentarios y por difundir mis contenidos. Abrazos y hasta pronto.



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