Cuando empieza a respirarse en el ambiente el
espíritu navideño, me gusta recordar este microrelato titulado “El mundo”, incluido en “El libro de los abrazos” de Eduardo
Galeano:
"Un
hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A
la vuelta contó que había contemplado desde arriba, la vida humana. Y dijo que
somos un mar de fueguitos.
-El mundo
es eso -reveló- un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada
persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales.
Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de
fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco que llena el
aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero
otros arden la vida con tanta pasión que no se puede mirarlos sin parpadear, y
quien se acerca se enciende"
Y es que esta época del año, con sus tradiciones y
ritos sociales, culturales y religiosos, creo que da cauce a un anhelo humano
de contemplar la vida desde otras perspectivas más elevadas. Puntos de vista
que, aún percibiendo las diferencias, nos permiten también descubrir aquello
que nos une.
Por eso, llegadas estas fechas, me gusta recordar al
hombre de Neguá y ensayar esa mirada suya. Mirada que, según entiendo, solo se
concentra en esa llama de vida que a todos nos habita y se expande con nuestro
latido.
Tratando de imaginar ese “mar de fueguitos” que propone Eduardo Galeano me suelo embarcar
en un ejercicio que consiste en
dejar que vayan apareciendo en mi mente recuerdos de personas, estimadas o no,
esforzándome por descubrir en cada caso, únicamente lo que creo que esos seres
aman, lo que les motiva, apasiona y convoca a la acción. Aquello que les ayuda
sentirse ardientemente vivos.
Los imagino crepitando con sus diferentes tipos de
llamas todas ellas impulsadas por el aliento de vida que nos sostiene. Cuando
reconozco el amor de ese padre por su hijo, de ese joven por su vocación, de
esa ciudadana por su comunidad, de ese religioso por su fe o de esa mujer por
la persona amada, por ejemplo, aunque mi mente no comprenda sus ideas, mi
corazón sintoniza con la vibración de esos afectos. Y puedo unirme a todos
ellos en esa chispa de humanidad que nos hermana. La vida dándose a luz una y
otra vez. Cada ser humano, en su pasión, brillando con su propia luz.
Esta práctica transforma lo que siento hacia ellos.
Logra que se amplie mi campo de resonancia empática. Y me lleva a reconocer mi
propia llama interior. Repaso entonces mis afectos, mis pasiones, mis
motivaciones, mis talentos y todo aquello que arde dentro de mi buscando cauces
de expresión y expansión. Veo así mi diferencia y también el impulso vital que me une e iguala a toda la humanidad..
Un doble enfoque que me gusta subrayar practicando
también con este otro ejercicio: "Contempla
un cuadro al óleo, fija tu mirada en una pincelada y dile “existes y te veo”;
luego observa el cuadro en su totalidad pero sin perder de vista ese trazo
particular. Podrás comprender que cada cosa, por insignificante que parezca,
tiene su lugar y su valor. Sólo es necesario adoptar la perspectiva adecuada al
contemplarla." (“Lo que el corazón quiere contemplar”)
Siempre está ahí, a tu alcance, la posibilidad de
centrarte en el “fueguito” con el que
brilla cada ser humano. Aún el que te parezca más frío y distante, más apático
o negativo, ama algo aún cuando no encuentre formas constructivas de expresar
ese aliento de vida. Ama la vida o algo que percibe en ella, sea una idea abstracta
o una causa concreta, sea su propia sombra o la del prójimo, cada ser humano
desde que nace ama hasta sin saberlo y desde ese impulso reconoce y expande la
vida que todos somos.
En las costumbres navideñas se incluyen los
encuentros entre los seres queridos, tratando de olvidar diferencias para
compartir afectos, se iluminan las calles para recordar que tras la noche más
larga del año volverá a amanecer y se confía en que alguna estrella en el cielo
nos señalará un camino de paz. Pero quizás lo más hermoso del mensaje navideño
sea recordarnos que el amor ya nos habita y solo espera ser reconocido,
compartido.
“Igual que
el firmamento abarca a todas las estrellas y éstas, expandiendo su luz,
iluminan la bóveda celeste, también a todas las criaturas, en una red de luz,
un principio de amor sustenta hasta que ellas mismas se transforman en
manantial de amor y más red de luminosa vida crean.” (“Lo que el corazón quiere
contemplar”)
Por eso hoy, cercana la Navidad, con esta preciosa
canción de Macaco y Chambao quiero hacerte llegar mis deseos de poder continuar
compartiendo, ahora y siempre, la luz que ya somos.
Gracias por leerme y por tus comentarios si es que
quieres compartilos. Abrazos, felices fiestas y hasta pronto,
"En el fondo de tu corazón están esperando los sueños no cumplidos y todo el amor que aún no ha podido ser. Date permiso para vivirlos." (“Lo que el corazón quiere contemplar”)
Ahora, a tu alcance, un apoyo para el despertar de tu consciencia: “Lo que el corazón quiere contemplar” Un libro, para leer y practicar, que expandirá tu poder creador y promoverá la conexión con la inteligencia de tu corazón.
Puedes leer fragmentos o el libro completo, escucharlo en audio, descargar en ebook, todo gratuitamenteaquí.
Suele suceder cuando sientes que el duelo que te mantenía ensimismado está finalizando. Tras haber constatado una realidad diferente a la que habías planeado, haberte permitido liberar las emociones de ese quiebre y, con aceptación pero sin resignación, haberte reconciliado con la vida y contigo mismo, logrando transmutar la adversidad en provechoso aprendizaje.
Entonces, cuando ya estás en disposición de reconocer que cuentas con la energía necesaria para emprender una nueva etapa, también eres capaz de escuchar algo más que tu propia copla lastimera.
Y es por eso que ya puedes oír la sutil, entusiasmada y perseverante llamada de la vida. Me encanta como expresó este momento, el gran poeta Mario Benedetti, en su poema “Piedritas en la ventana”:
“De vez en cuando la alegría
tira piedritas contra mi ventana
quiere avisarme que esta ahí esperando
pero me siento calmo
casi diría ecuánime
voy a guardar la angustia en un escondite
y luego a tenderme la cara al techo
que es una posición gallarda y cómoda
para filtrar noticias y creerlas
quien sabe donde quedan mis próximas huellas
ni cuando mi historia va a ser computada
quien sabe que consejos voy a inventar aun
y que atajo hallare para no seguirlos
esta bien no jugare al desahucio
no tatuare el recuerdo con olvidos
mucho queda por decir y callar
y también quedan uvas para llenar la boca
esta bien me doy por persuadido
que la alegría no tire mas piedras
abriré la ventana.”
La vida, esa que tú también eres pero que temporalmente habías querido dejar fuera del envoltorio de tu estado de ánimo, te está echando piedrecitas en tu ventana. Vestida de alegría parece querer convocar tus ganas de vivir. Te está pidiendo que te asomes y compruebes que aún hay un camino que te espera.Un sendero marcado por un señalizador que reza: Volver a empezar.
Ante la esperanza de percibir que, en alguna dirección, es posible ir más lejos, resulta difícil resistirse a abrir esas ventanas. Las de tu mente, tu corazón y tu experiencia vital al completo. Sabes que quizás no podrás divisar claramente el final de esa nueva ruta pero intuyes que está a tu alcance.Estás deseando enfrentar ya ese momento en el que respondas a la vida sonriéndole con complicidad de compañeras de viaje.
Pero también este es el momento en el que pueden surgir dudas e incertidumbres. Quieres volver a empezar pero no deseas volver a confundirte. ¿Cómo lograr que esos nuevos pasos se consoliden en un verdadero avance y no resulten un vano movimiento que te deje en el mismo lugar aún con más frustración? Confías en que hay otra manera pero una vez te asomes a esa ventana, ¿por dónde comenzar para dar pasos coherentes con esa posibilidad?
En mi experiencia personal y acompañando como coach a otras personas en sus procesos de expansión, he constatado que aún con las particularidades requeridas para cada circunstancia individual, esos primeros movimientos suponen una suerte de ampliación de la perspectiva a todos los niveles. El conjunto de propuestas que te señalo a continuación van esa dirección y pueden ayudarte a que cada nueva etapa en tu viaje de realización se convierta en una gratificante espiral de crecimiento:
1.- Ser más consciente de las creencias que enmarcan tu manera de pensar y aprender a cuestionar las que te limitan. En este sentido te será muy útil poner en práctica las sugerencias que te propongo en “Deshaciendo el apego ciego a un pensamiento”. Y también puede ayudarte esta visualización creativa titulada “Abrir las ventanas, abrir la mente y el corazón” que tiene como objetivo dejar ir los pensamientos limitadores y abrirte a recibir ideas más creativas y constructivas:
4.- Manténer claros tus más profundo valores y dejar que sean ellos los que definan tus objetivos y sostengan la coherencia de tu trayectoria. Una forma divertida de ternerlos presentes es elaborar “el mandala de tus valores”y colocarlo en un lugar bien visible para que te resulte una fuente de inspiración.
5.- Ampliar tu capacidad de enfoque y concentración para aplicar tu energía allí dónde están tus objetivos y tus más profundas motivaciones. Tu atención es un valioso capital. Y puedes aprender “como desarrollarla, manejarla e invertirla eficazmente”. 6.- Contemplar, con más curiosidad que temorlos territorios aún sin explorar. Aceptar la incertidumbre que supondrá ir, tras tus sueños, más allá de lo conocido. Te ayudará aprender “cómo mantenerte en la frecuencia de tus más felices sueños”
10.- Profundizar tu percepción del momento presente experimentándolo sin resistencia y disponer tu ánimo para “honrar la vida”, aceptándola en su diversidad, apreciandola y cuidándola. Contemplar tu ahora con amabilidad y buscar siempre, aún en medio del dolor y la oscuridad, la belleza floreciendo a tu alrededor. En la profunda y recomendable película “Belleza oculta” de la que he seleccionado aquí una escena, queda muy bien expresado este concepto:
Tras reconocerte en tu potencial y en tu tono y además, volver a sentirte parte de esa sinfonía universal que es la vida empiezas a recuperar también la confianza y el valor para seguir adelante intuyendo la partitura que nos une en clave de amor. Aunque aún, cada uno y todos a la vez, estemos ensayándola, teniendo que volver a empezar, una y otra vez. Me gusta como lo decía Virgilio, el poeta romano que en La Divina Comedia aparece como guía en los infiernos: “Levántate otra vez, olvídate de tus temores. Un día, ¿Quién sabe? Incluso estos días difíciles serán grandes momentos para recordar.”
Gracias por tu atención. Me encantará leer tus comentarios. Abrazos y hasta pronto.
"En el fondo de tu corazón están esperando los sueños no cumplidos y todo el amor que aún no ha podido ser. Date permiso para vivirlos." (“Lo que el corazón quiere contemplar”)
Ahora, a tu alcance, un apoyo para el despertar de tu consciencia: “Lo que el corazón quiere contemplar” Un libro, para leer y practicar, que expandirá tu poder creador y promoverá la conexión con la inteligencia de tu corazón.
Puedes leer fragmentos o el libro completo, escucharlo en audio, descargar en ebook, todo gratuitamenteaquí.
Decía Robert Frost que “la mitad del mundo tiene algo que
decir, pero no puede mientras que la otra mitad no tiene nada que decir, pero
no calla,” Esta
cita del poeta estadounidense me lleva a pensar lo importante que resulta, para promover bienestar y buena convivencia, tanto
poder hablar con libertad como apreciar el silencio cuando callar puede ser la
mejor aportación.
A la vez,
esta reflexión me despierta la impresión de que, aún siendo necesarias tanto
las palabras como los silencios, hablar tiene mejor prensa que callar. Con
tanta tecnología a nuestra disposición para poder opinar, es fácil acostumbrarse a una lluvia incesante de comentarios. Y si alguien
se mantiene callado se le pregunta, con inquieta buena intención, si está bien,
si le pasa algo o como es que no dice nada.
Personalmente, quizá
porque demasiadas veces he metido la pata por hablar de más, porque he visto
como bromas fuera de lugar arruinaban momentos íntimos o porque he comprobado
cómo la tensión, tras descalificaciones innecesarias, quebraba la cordialidad
de algunos encuentros, admiroa las personas discretas. Esas que, ante la
tónica general de hablar por hablar, optan
por elegir un prudente y respetuoso silencio. Personas que saben llevar
a la práctica la útil propuesta que aportó el novelista y ensayista francés, André Maurois (1885-1967): “No
decir más de lo que haga falta, a quien haga falta y cuando haga falta.” Porque
el
silencio, cuando es elegido, no socava la libertad de expresión sino que forma
parte de ella.
El silencio a veces no
solo habla, sino que grita y logra expresar lo que no tiene palabras que lo
traduzcan fielmente.El silencio puede ser la antesala repleta de emoción, a las
palabras más significativas y da fuerza a algunos gestos como una mirada o una
caricia. Y el silencio puede ayudar a escuchar el propio latido, el eco de cada
emoción y el rumor de una intuición.
Pr todo esto, a diferencia de otras ocasiones en las
que he escrito sobre el valor de hablar claro y dejarse oír, hoy, quiero
destacar el valor del silencio. Subrayando algunos momentos en los que callar
puede fortalecer la confianza, reconfortar o promover el entendimiento y la
concordia tanto en la relación con uno mismo como con los demás:
Ante
rumores o suposiciones:
Me agrada comprobar que en este diálogo atribuído a
Sócrates,, el filósofo griego proponía, ya en el siglo V a.C, tres filtros que invitan a hacer una pausa para pensar antes de opinar:
“Se
cuenta que un discípulo suyo se acercó al gran filósofo y le dijo:
¿Sabes
lo que escuché acerca de tu amigo?
Espera
un minuto, replicó Sócrates. Antes de decirme cualquier cosa querría que
pasaras un pequeño examen. Es llamado el examen del triple filtro.
¿Triple
filtro?
Correcto,
continuó Sócrates. Antes de que me hables sobre mi amigo, puede ser una buena
idea tomar un momento y filtrar lo que vas a decir.
El
primer filtro es la verdad: ¿estás absolutamente seguro de que lo que vas a
decirme es cierto?
No,
dijo el hombre, realmente sólo escuché sobre eso y no sé si es cierto o no.
Ahora,
continuó explicando Sócrates, permíteme
aplicar el segundo filtro, el filtro de la bondad: ¿es algo bueno lo que vas a
decirme de mi amigo?
No,
por el contrario…
Por
último, le propuso el filósofo, te invito a aplicar el filtro de la utilidad:
¿será útil para mí lo que vas a decirme de mi amigo?
No,
realmente no.
Bien,
concluyó Sócrates. Si lo que deseas decirme no es cierto ni bueno e incluso no
es útil, ¿por qué hablar de ello?”
Bordeando
tu intimidad:
Una cosa es, expresarte o buscar apoyo en personas de
máxima confianza y otra, hablar con ligereza de asuntos íntimos. Considero que
es prudente un poco de reflexivo silencio para decidir si realmente te conviene
ofrecer esa información. Podrías primero, en silencio, preguntarte: ¿Qué pasaría si esas confidencias se terminan sabiendo? ¿Podrían
perjudicarte? ¿Podrían perjudicar a otras personas involucradas? ¿Cómo te
sentaría descubrir que, sin tú saberlo,
tu pareja, tus padres o tus amigos hablan de tu vida sexual, tus apuros
económicos o tus problemas de salud, por ejemplo?
Tras
un error propio o ajeno:
Es saludable reconocer una equivocación, pedir o
aceptar disculpas o defender un punto de vista ante quien sea necesario
hacerlo. Pero puede ser arriesgado hablar de tu error o del de los demás ante
quien puede usar negativamente, en el presente o en el futuro, tal información.
Hay asuntos que pueden ser mal interpretados si no se explican en profundidad y
solo suscitarán juicios e incomprensión que se pueden evitar callando.
Para
poder escuchar:
Por ejemplo, cuando una persona te expresa sus problemas,
no des por supuesto que espera tu consejo o tu opinión. Quizá únicamente quiere
tu compañía, sin juicio ni evaluación. O cuando se habla de un tema que conoces
bien. Recuerda que saber mucho no es saberlo todo. Escuchar en atento silencio
es compatible con compartir después tu información.
Porque
quieres escucharte:
Silencio para entrar en el espacio íntimo de tu hogar
interior. De vez cierra los ojos y concéntrate en el ritmo de tu respiración
durante un rato. Luego pregúntate: ¿Qué
estoy sintiendo, cómo lo siento, en qué parte del cuerpo noto esta emoción? Observa
si notas algún tipo de tensión y lleva allí tu atención mientras respiras
pausadamente. Permanece así, en silencio, aceptando las sensaciones,
pensamientos y emociones que se vayan presentando. Acepta sentir sin evaluar,
simplemente estando presente en la experiencia. Existe un sanador silencio que
no necesita ausencia de ruidos sino de juicios.
Por
respeto:
Especialmente en momentos de duelo o en situaciones en
los que las personas se reúnen buscando recogimiento e instrospección. La
silenciosa presencia plena en momentos de dolor compartido o comunión
espiritual es un tesoro. Y es que es hermoso escucharse pero aún es más entrañable compartir silencios.
En
una discusión que te afecte, una conversación delicada o una negociación
importante:
Momentos delicados en los que conviene ser prudente antes
de precipitarse a hablar. Aunque estés con personas de mucha confianza, si las
emociones te están invadiendo, puedes decir palabras hirientes o hacer
comentarios de los que luego te arrepientas. Espera a estar más calmado para
expresasr tus opiniones. Una postura verdaderamente asertiva da espacio al
silencio reflexivo. Decide tras escucha en silencio las razones que la razón y
el corazón tienen para hablar o callar.
Buscando
inspiración:
Cultivar el silencio supone estar abierto a la
experiencia de la realidad aún desconocida. Confiando que el rumbo y el sentido
te lo va a susurrar el corazón. "Empieza
tomando conciencia de tu respiración y observa cómo vienen y van tus
pensamientos. Cuando tu atención se quede apegada a alguno de ellos, vuélvela a
enfocar en cada inspiración y expiración. Sigue un rato haciéndolo así y luego
imagina que, tras esas hileras de pensamientos que llegan y se van, hay un
campo infinito de energía, de donde surge todo lo que es, y en donde se va a
engendrar el patrón de vida necesario para manifestar lo que tu corazón quiere
contemplar. Ahora, con cada respiración te afirmas en la intención de volverte
más y más receptivo a esa fuente de inspiración brotando en el centro de tu
ser. " ("Lo que el corazón quiere contemplar")
Para
dejar hablar a los hechos:
Cómo tan magistralmente lo expresa Pablo Neruda en su
poema “Silencio”:
“Yo
que crecí dentro de un árbol
tendría
mucho que decir,
pero
aprendí tanto silencio
que
tengo mucho que callar
y
eso se conoce creciendo
sin
otro goce que crecer,
sin
más pasión que la substancia,
sin
más acción que la inocencia,
y
por dentro el tiempo dorado
hasta
que la altura lo llama
para
convertirlo en naranja.”
Gracoas por tu atención. Me encantará leer tus
comentarios. Abrazos y hasta pronto.
"En el fondo de tu corazón están esperando los sueños no cumplidos y todo el amor que aún no ha podido ser. Date permiso para vivirlos." (“Lo que el corazón quiere contemplar”)
Ahora, a tu alcance, un apoyo para el despertar de tu consciencia: “Lo que el corazón quiere contemplar” Un libro, para leer y practicar, que expandirá tu poder creador y promoverá la conexión con la inteligencia de tu corazón.
Puedes leer fragmentos o el libro completo, escucharlo en audio, descargar en ebook, todo gratuitamenteaquí.
El enfado es una de esas emociones que no tienen
buena prensa y, quizá por eso, cuesta recibirlo como un aliado en la búsqueda de
bienestar. Si sufres a menudo las consecuencias negativas de enfadarte más de
la cuenta quizá consideres merecida su mala reputación. Sin embargo, el enfado,
como toda emoción, si lo atiendes y lo gestionas bien puede guiar constructivamente
tus acciones.
“Cuando se
experimenta una emoción, dice Fredy Kofman en su excelente obra
“Metamanagement”, se incurre en una
"deuda emocional". Para "saldarla" hace falta un
"pago" en términos de acciones efectivas. Si uno paga, respondiendo
conscientemente a las demandas e impulsos de la emoción, recibe un beneficio
por responder, aprende su lección y sigue adelante con su vida. Pero si rehúsa
pagar, relegando la emoción a la incosciencia, debe soportar el coste de no
responder: la deuda comienza a acumular "intereses" y crece en forma
exponencial. Si la deuda excede cierto nivel, uno cae en la "quiebra"
emocional: un estado de ánimo negativo recalcitrante.”
En la raíz del enfado siempre hay una historia (verdadera
o imaginada) que lo genera: la creencia de que, sea por un comportamiento o por
una acción que perjudica o puede perjudicar, se transgreden límites
significativos respecto a la propia escala de valores. El enfado actúa entonces como
un mecanismo de defensa frente el malestar que se siente al interpretar que
alguna necesidad no está atendida. Debajo del enojo también se puede reconocer
tristeza por el sufrimiento y miedo por lo que se puede llegar a sufrir. De manera
que, como sucede siempre con la llegada de una emoción, si conscientemente la
reconoces, la aceptas y la escuchas, te puede aportar valiosa información sobre
la percepción de tu mundo interior y exterior. Información que te abre la
posibilidad de encontrar una acción efectiva para establecer nuevos limites más
saludables.
Se siente seguridad y fortaleza al comprobar que se
es capaz de afrontar los desafíos, reparar los daños o minimizar el riesgo de
que vuelvan a producirse. Una buena canalización del enfado te pone en
disposición de proteger aquello que te importa, te conecta con el respeto hacia
ti mismo y hacia los otros y te afirma en la fuerza de saber que te definen tus
propias acciones y no las de los demás.
Por el contrario, si no resuelves tu disgusto, fácilmente
te sentirás impotente y manipulable por tu entorno. El enfado irá
tansformándose en resentimiento, rencor y odio. A veces podrás mostrar una
calmada y superficial sumisión pero estallará tu ira cuando y contra quien
menos la merece.
No obstante, aunque en teoría se vean claros los
beneficios de gestionar bien el enfado, no es fácil lograrlo. Si compruebas que
se desgastan tus relaciones por frecuentes discusiones sobre temas
irrelevantes, si respondes con cólera injustificada demasiadas veces, si a
menudo pierdes el control enredado en tu propia espiral de pensamientos
hostiles (al estilo de Groucho Marx en el vídeo que aquí te incluyo), te será
útil aplicar las propuestas que hoy comparto contigo.
Cuatro pasos cuyo objetivo es encauzar constructivamente tu
enfado (o sus sinónimos como la ira, rabia, indignación, cólera, etc) antes de
que tal emoción te inunde el ánimo en forma incontrolable:
1.-
Hazte consciente de tu enfado y acepta esa experiencia emocional:
No podrás hacerte cargo de tus emociones si antes no
las descubres. Tu cuerpo te puede ayudar en esta tarea siempre que lo observes
y aprendas a entenderlo.
Empieza por tener en cuenta los gestos que sueles adoptar cuando estás enfadado. Quizás frunces el ceño, cierras los puños,
aprietas las mandíbulas, o tensas los músculos del estómago, por ejemplo. ¿Dónde sueles sentir el enojo, la rabia o
la ira? Si mejoras tusconsciencia corporal podrás descubrir tus emociones
cuando todavía puedes atenderlas sin que te dominen.
Para conseguirlo
te sugiero parar tu actividad en cuanto notes algún pequeño signo de
irritación. Haz una inspiración profunda y pregúntate: ¿Qué parte de mi está tensa? Y centrándote en esa zona, date tiempo, espacio y tranquilidad para sentir
tu enfado, respirarlo y darle espacio en tu consciencia, sin prejuicios. Acepta
sentir sin evaluar, simplemente estando presente en la experiencia. No
mejorarás la gestión de tu enojo si al reconocerlo lo juzgas negativamente y lo
censuras. Recuerda que reconocer con respeto una emoción no significa dejarte
capturar por ella. Tienes capacidad para ser testigo neutral y con esa
disposición podrás obtener valiosa información para comprenderte más y mejor. En
el artículo “Quince pausas para la autoayuda” encontrarás más ideas para
mejorar tu autoconciencia.
2-
Aprende a dialogar con tu enfado para poder entenderlo:
Una cosa es tu vida y otra lo que te cuentas sobre
ella. Utilizando tu capacidad de razonar, descubre los pensamientos que
subyacen a tu enfado y analiza su validez. Usa un lenguaje que te sitúe en un
papel protagonista y no como víctima. Por ejemplo: “Me siento enfadado”, en vez de: “Esa persona me saca de quicio”.
Reflexiona por escrito en cuanto te des cuenta que un
asunto te ha molestado. ¿Cuál ha sido el
detonante? ¿qué necesidad no está atendida? ¿qué está faltando? ¿qué daño se ha
producido? ¿quién consideras que lo ha provocado? ¿qué límite crees que se ha
transgredido? ¿en qué forma te sientes amenazado? ¿qué evidencia tienes de todo
esto?
Cuetiona las suposiciones, separa hechos de
interpretaciones y descarta las generalizaciones, prejuicios y exageraciones. Te
ayudará revisar el artículo “Cómo lograrentender, entenderte y que te entiendan mejor”, donde se hace un repaso de
las distorsiones cognitivas más frecuentes tanto en el diálogo con uno mismo
como en las conversaciones con los demás.
3.-
Comprueba, antes de pasar a la acción, si tu enfado es proporcionado:
Cuando la rabia va creciendo es muy fácil caer en la
sobreactuación y eso no solo puede restar efectividad a tu respuesta sino que
puede traerte complicaciones añadidas e innecesarias. A veces el cansancio físico, el estrés
excesivo o una tendencia al perfeccionismo pueden propiciar una reacción
desmesurada. Por eso es importante posponer cualquier respuesta hasta encontrar
una perspectiva ponderada de la situación. Al aparecer el enojo pregúntate:
¿Mi grado de enfado es proporcional al
grado de importancia del asunto que lo concierne?
Si consideras que la intensidad de tu ira es demasiado
elevada prueba a reencuadrar, reinterpretar y ampliar la perspectiva de lo
sucedido. Si alguien te ha faltado al respeto, o un amigo no ha respondido como
esperabas, en vez de pararte a buscar otras situaciones anteriores similares
que intensificarán tu malestar, reflexiona sobre lo que les ha podido suceder a
esas personas para actuar así, o relativiza la importancia del agravio
imaginando la poca importancia que tendrá ese hecho para ti dentro de unos
años, por ejemplo. No se trata de disolver el enfado sino simplemente de
rebajarlo a un nivel que sea manejable y te permita encauzarlo.
También puedes probar a equilibrar tu estado emocional
buscando motivos de agradecimiento hacia las personas con las que estás
enfadado. Igualmente te ayudará encontrar alguna perspectiva de la situación
que incluya una buena porción de sentido del humor para desdramatizar el tema.
Además,
puede ser necesario soltar el exceso de tensión en tu cuerpo. Tómate unos
minutos para desahogarte de la forma que mejor te siente. Corre, salta, baila,
grita, dúchate o boxea con tu cojín favorito. El caso es que logres relajarte
expresando tu enfado y liberando el exceso de energía. El objetivo es sentirte
con más autocontrol para poder actuar con asertividad y eficacia. Te puede
resultar útil repasar el artículo “Cómo lograr que el sosiego sustituya a laprecipitación” donde encontrarás más ideas para frenar la impulsividad excesiva.
4.
Elige una acción constructiva que, canalizando tu enfado, atienda tu necesidad:
Cada emoción tiene una demanda específica,
relacionada con la percepción de la situación que la origina. Si atiendes esa
demanda, la emoción fluirá y te sentirás en paz interior pero si no la
atiendes, la emoción se estancará y aumentará el malestar.
No obstante, tienes que asegurarte que las acciones que
elijas como respuesta realmente sean efectivas, es decir, te ayuden verdaderamente.
No fuera que te suceda como al protagonista de este relato del psiquiatra y
escritor Jorge Bucay:
“Había una vez un hombre que iba por
el mundo con un ladrillo en la mano. Había decidido que cada vez que alguien le
molestara hasta hacerle rabiar, le daría un ladrillazo. El método era un poco
troglodita, pero parecía efectivo, ¿no?.
Sucedió que se cruzó con un amigo
muy prepotente que le habló con malos modos. Fiel a su decisión, el hombre
agarró el ladrillo y se lo tiró. No recuerdo si le alcanzó o no, pero el caso
es que después, tener que ir a buscar el ladrillo, le pareció incómodo. Decidió
entonces mejorar el “Sistema de Autopreservación del Ladrillo”, como él lo
llamaba.
Ató al ladrillo un cordel de un metro y salió a la calle. Esto permitía que el ladrillo nunca se alejara
demasiado, pero pronto comprobó que el nuevo método también tenía sus
problemas: por un lado, la persona destinataria de su hostilidad tenía que
estar a menos de un metro y, por otro, después de arrojar el ladrillo tenía que
tomarse el trabajo de recoger el hilo que, además, muchas veces se liaba y
enredaba, con la consiguiente incomodidad.
Entonces el hombre inventó el
“Sistema Ladrillo III”. El protagonista seguía siendo el mismo ladrillo, pero
este sistema, en lugar de un cordel llevaba un resorte. Ahora el ladrillo podía
lanzarse una y otra vez y regresaría solo, pensó el hombre. Al salir a la calle y recibir la
primera agresión, tiró el ladrillo. Erró, y no pegó en su objetivo porque, al
actuar el resorte, el ladrillo regresó y fue a dar justo en la cabeza del
hombre.
Lo volvió a intentar y se dio un
segundo ladrillazo por medir mal la distancia. El tercero, por arrojar el
ladrillo a destiempo. El cuarto fue muy particular porque, tras decidir dar un
ladrillazo a una víctima, quiso protegerla al mismo tiempo de su agresión, y el
ladrillo fue a dar de nuevo en su cabeza. El chichón que se hizo era enorme…
Nunca supo por qué no llegó a pegar
jamás un ladrillazo a nadie: si por los golpes recibidos o por alguna
deformación de su ánimo. Todos los golpes fueron siempre para él mismo.”
Dependiendo de la
honestidad y la profundidad con la que hayas respondido a las preguntas del
segundo paso de este ejercicio, te será más o menos fácil encontrar las
acciones adecuadas. Sobre todo en lo que se refiere a las preguntas:¿qué necesidad no está
atendida? ¿qué está faltando?
Teniendo en cuenta tus
respuestas ahora se trata de encontrar la acción más constructiva. Entendiendo
por tal aquella que está en nuestra mano, reduce o elimina la amenaza, molestia o
peligro y lo hace con la menor cantidad de daño posible para uno mismo o los
demás.
Quizá se trate de hallar alguna forma de expresar tu
reclamación, minimizar el perjuicio, establecer un límite protector,
autoafirmarte u obtener alguna reparación o reconocimiento, por ejemplo. ¿Hay algo que puedas pedir, consensuar,
mejorar o cambiar? Si nada de eso es posible quizás tengas que pensar en
acciones simbólicas como escribir una carta aunque nunca la envíes,elaborar un duelo o perdonar. Busca las
opciones a tu alcance y elige la que más te pueda ayudar a recuperar tu
equilibrio y sentirte en paz.
Resulta muy saludable enfocar el enfado como una posibilidad
de mejorar asertivamente tu experiencia. Te animo a repasar el artículo "Entre la pasividad y la agresividad, elige la asertividad" donde podrás encontrar más sugerencias para encontrar respuestas efectivas a tus desafíos.
Además, si te centras en buscar soluciones, descubriendo tus
necesidades no atendidas y buscando la forma de cubrirlas también podrás
comprender más fácilmente las necesidades de la persona con la que te has
enfadado y las razones de su comportamiento. Pero si simplemente te quedas en el
enfado, reprimiéndolo o dejándote llevar inconscientemente por su impulso, te
estancas en la superficie sin descubrir la raíz de la experiencia y, por tanto,
sin posibilidad de atender la verdadera demanda que la originó.
Por eso lo importante es que tu acción vaya encaminada,
no a eliminar el enfado temporalmente como puede suceder con la venganza o a
mantenerlo indefinidamente como pasa con el rencor, sino a atender la verdadera
necesidad sobre la cual te ha alertado
dicho enfado.
Si la acción que eliges es efectiva no se volverá contra ti como
el “ladrillo boomerang” del relato, sino que servirá para construir relaciones
más saludables contigo mismo y con los demás.
Gracias por tu atención. Me alegrá leer tus comentarios y
sugerencias. Abrazos y hasta pronto.
"En el fondo de tu corazón están esperando los sueños no cumplidos y todo el amor que aún no ha podido ser. Date permiso para vivirlos." (“Lo que el corazón quiere contemplar”)
Ahora, a tu alcance, un apoyo para el despertar de tu consciencia: “Lo que el corazón quiere contemplar” Un libro, para leer y practicar, que expandirá tu poder creador y promoverá la conexión con la inteligencia de tu corazón.
Puedes leer fragmentos o el libro completo, escucharlo en audio, descargar en ebook, todo gratuitamenteaquí.