domingo, 3 de septiembre de 2017

Cuando callar puede ser tu mejor aportación


Decía Robert Frost que la mitad del mundo tiene algo que decir, pero no puede mientras que la otra mitad no tiene nada que decir, pero no calla,” Esta cita del poeta estadounidense me lleva a pensar lo importante que resulta,  para promover bienestar y buena convivencia, tanto poder hablar con libertad como apreciar el silencio cuando callar puede ser la mejor aportación.

A la vez, esta reflexión me despierta la impresión de que, aún siendo necesarias tanto las palabras como los silencios, hablar tiene mejor prensa que callar. Con tanta tecnología a nuestra disposición para poder opinar,  es fácil acostumbrarse a una  lluvia incesante de comentarios. Y si alguien se mantiene callado se le pregunta, con inquieta buena intención, si está bien, si le pasa algo o como es que no dice nada.

Personalmente, quizá porque demasiadas veces he metido la pata por hablar de más, porque he visto como bromas fuera de lugar arruinaban momentos íntimos o porque he comprobado cómo la tensión, tras descalificaciones innecesarias, quebraba la cordialidad de algunos encuentros, admiro a las personas discretas. Esas que, ante la tónica general de hablar por hablar, optan  por elegir un prudente y respetuoso silencio. Personas que saben llevar a la práctica la útil propuesta que aportó el novelista y ensayista francés, André Maurois (1885-1967):  “No decir más de lo que haga falta, a quien haga falta y cuando haga falta.” Porque el silencio, cuando es elegido, no socava la libertad de expresión sino que forma parte de ella.

El silencio a veces no solo habla, sino que grita y logra expresar lo que no tiene palabras que lo traduzcan fielmente.El silencio puede ser la antesala repleta de emoción, a las palabras más significativas y da fuerza a algunos gestos como una mirada o una caricia. Y el silencio puede ayudar a escuchar el propio latido, el eco de cada emoción y el rumor de una intuición. 

Pr todo esto, a diferencia de otras ocasiones en las que he escrito sobre el valor de hablar claro y dejarse oír, hoy, quiero destacar el valor del silencio. Subrayando algunos momentos en los que callar puede fortalecer la confianza, reconfortar o promover el entendimiento y la concordia tanto en la relación con uno mismo como con los demás:

Ante rumores o suposiciones:

Me agrada comprobar que en este diálogo atribuído a Sócrates,, el filósofo griego proponía, ya en el siglo V a.C,  tres filtros que invitan a hacer una  pausa para pensar antes de opinar:

“Se cuenta que un discípulo suyo se acercó al gran filósofo y le  dijo:
¿Sabes lo que escuché acerca de tu amigo?
Espera un minuto, replicó Sócrates. Antes de decirme cualquier cosa querría que pasaras un pequeño examen. Es llamado el examen del triple filtro.
¿Triple filtro?
Correcto, continuó Sócrates. Antes de que me hables sobre mi amigo, puede ser una buena idea tomar un momento y filtrar lo que vas a decir.
El primer filtro es la verdad: ¿estás absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto?
No, dijo el hombre, realmente sólo escuché sobre eso y no sé si es cierto o no.
Ahora, continuó explicando Sócrates,  permíteme aplicar el segundo filtro, el filtro de la bondad: ¿es algo bueno lo que vas a decirme de mi amigo?
No, por el contrario…
Por último, le propuso el filósofo, te invito a aplicar el filtro de la utilidad: ¿será útil para mí lo que vas a decirme de mi amigo?
No, realmente no.
Bien, concluyó Sócrates. Si lo que deseas decirme no es cierto ni bueno e incluso no es útil, ¿por qué hablar de ello?”

Bordeando tu intimidad:

Una cosa es, expresarte o buscar apoyo en personas de máxima confianza y otra, hablar con ligereza de asuntos íntimos. Considero que es prudente un poco de reflexivo silencio para decidir si realmente te conviene ofrecer esa información. Podrías primero, en silencio,  preguntarte: ¿Qué pasaría si esas confidencias se terminan sabiendo? ¿Podrían perjudicarte? ¿Podrían perjudicar a otras personas involucradas? ¿Cómo te sentaría descubrir que, sin tú saberlo,  tu pareja, tus padres o tus amigos hablan de tu vida sexual, tus apuros económicos o tus problemas de salud, por ejemplo?

Tras un error propio o ajeno:

Es saludable reconocer una equivocación, pedir o aceptar disculpas o defender un punto de vista ante quien sea necesario hacerlo. Pero puede ser arriesgado hablar de tu error o del de los demás ante quien puede usar negativamente, en el presente o en el futuro, tal información. Hay asuntos que pueden ser mal interpretados si no se explican en profundidad y solo suscitarán juicios e incomprensión que se pueden evitar callando.

Para poder escuchar:

Por ejemplo, cuando una persona te expresa sus problemas, no des por supuesto que espera tu consejo o tu opinión. Quizá únicamente quiere tu compañía, sin juicio ni evaluación. O cuando se habla de un tema que conoces bien. Recuerda que saber mucho no es saberlo todo. Escuchar en atento silencio es compatible con compartir después tu información.

Porque quieres escucharte:

Silencio para entrar en el espacio íntimo de tu hogar interior. De vez cierra los ojos y concéntrate en el ritmo de tu respiración durante un rato. Luego pregúntate: ¿Qué estoy sintiendo, cómo lo siento, en qué parte del cuerpo noto esta emoción? Observa si notas algún tipo de tensión y lleva allí tu atención mientras respiras pausadamente. Permanece así, en silencio, aceptando las sensaciones, pensamientos y emociones que se vayan presentando. Acepta sentir sin evaluar, simplemente estando presente en la experiencia. Existe un sanador silencio que no necesita ausencia de ruidos sino de juicios.

Por respeto:
Especialmente en momentos de duelo o en situaciones en los que las personas se reúnen buscando recogimiento e instrospección. La silenciosa presencia plena en momentos de dolor compartido o comunión espiritual es un tesoro. Y es que es hermoso escucharse  pero aún es más entrañable compartir silencios.

En una discusión que te afecte, una conversación delicada o una negociación importante:

Momentos delicados en los que conviene ser prudente antes de precipitarse a hablar. Aunque estés con personas de mucha confianza, si las emociones te están invadiendo, puedes decir palabras hirientes o hacer comentarios de los que luego te arrepientas. Espera a estar más calmado para expresasr tus opiniones. Una postura verdaderamente asertiva da espacio al silencio reflexivo. Decide tras escucha en silencio las razones que la razón y el corazón tienen para hablar o callar.


Buscando inspiración:

Cultivar el silencio supone estar abierto a la experiencia de la realidad aún desconocida. Confiando que el rumbo y el sentido te lo va a susurrar el corazón. "Empieza tomando conciencia de tu respiración y observa cómo vienen y van tus pensamientos. Cuando tu atención se quede apegada a alguno de ellos, vuélvela a enfocar en cada inspiración y expiración. Sigue un rato haciéndolo así y luego imagina que, tras esas hileras de pensamientos que llegan y se van, hay un campo infinito de energía, de donde surge todo lo que es, y en donde se va a engendrar el patrón de vida necesario para manifestar lo que tu corazón quiere contemplar. Ahora, con cada respiración te afirmas en la intención de volverte más y más receptivo a esa fuente de inspiración brotando en el centro de tu ser. " ("Lo que el corazón quiere contemplar")

Para dejar hablar a los hechos:

Cómo tan magistralmente lo expresa Pablo Neruda en su poema “Silencio”:

“Yo que crecí dentro de un árbol
tendría mucho que decir,
pero aprendí tanto silencio
que tengo mucho que callar
y eso se conoce creciendo
sin otro goce que crecer,
sin más pasión que la substancia,
sin más acción que la inocencia,
y por dentro el tiempo dorado
hasta que la altura lo llama
para convertirlo en naranja.”

Gracoas por tu atención. Me encantará leer tus comentarios. Abrazos y hasta pronto.

Pepa Arcay
Coach Personal
p.arcay@la-llamada.com



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