domingo, 8 de febrero de 2015

Cómo lograr que las suposiciones no arruinen la comunicación

Imaginar posibilidades es una forma de suponer y constituye una valiosa habilidad del ser humano. El problema de las suposiciones comienza cuando las tomamos como verdades absolutas, en vez de como alternativas dentro de un abanico de opciones. Las suposiciones se cuelan por las rendijas de nuestras conversaciones con nosotros mismos y con los demás (“Supongo que se ha dado cuenta…” “Es de suponer que se haya sentido cómodo …” “Doy por supuesto que vas a apoyarme…”) e invertimos en ellas tiempo y energía que restamos de acciones como preguntar o comprobar. Actuando así, a menudo, los resultados son malentendidos y desencuentros que socavan el buen entendimiento.

Para provocarte un par de sonrisas y centrar el tema del post, hoy empiezo compartiendo contigo un vídeo y una anécdota citada por Stephen R. Covey en su libro “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva”:


Dos acorazados asignados a una escuadra de entrenamiento habían estado de maniobras durante varios días. Yo servía en el buque insignia y estaba de guardia en el puente cuando caía la noche. La visibilidad era pobre; había niebla, de modo que el capitán permanecía sobre el puente supervisando todas las actividades. Poco después de que oscureciera, el vigía informó: “Luz a estribor” “¿Rumbo directo o se desvía hacia popa?”, gritó el capitan. El vigía respondió “Directo, capitán”, lo que significaba que nuestro propio curso nos estaba conduciendo a una colisión con aquel buque. El capitán llamó al encargado de emitir señales. “Envía este mensaje: Estamos a punto de chocar; aconsejamos cambiar 20 grados su rumbo”. Como respuesta llegó un mensaje que decía: “Aconsejamos que sean ustedes los que cambien 20 grados su rumbo.” El capitán dijo: “Contéstele: Soy capitán; cambie su rumbo 20 grados”. “Soy marinero de segunda clase –nos respondieron-. Mejor cambie su rumbo 20 grados”. El capitán ya estaba hecho una furia, así que ordenó enviar este nuevo mensaje: Soy un acorazado, cambie su rumbo 20 grados” La linterna del interlocutor envió su último mensaje: “Yo soy un faro”. Por supuesto, el capitán ordenó que cambiáramos nuestro rumbo.

¿Cómo lograr que la buena comunicación no quede contaminada por las suposiciones?

Para responder a esta pregunta creo que primero es importante comprender algunas de las razones por las que los seres humanos tendemos a suponer y a confundir suposiciones con hechos reales. Por una parte, suponiendo llenamos rápidamente el vacio que produce la incertidumbre ante la dificultad para darle sentido al mundo y a las cosas que nos suceden. Por otro lado, generamos emociones tanto si estamos ante una realidad como si únicamente la estamos imaginando, así que somos capaces de crear un drama de una idea errónea. En tercer lugar, a veces, no resulta fácil gestionar la inseguridad que aparece al confrontar la propia ignorancia y nos sentimos aliviados, con una falsa idea de control,  dejándonos secuestrar por nuestros propios prejuicios. Además, puede suceder que, suponiendo, ganemos tiempo para reunir la suficiente fortaleza con la que hacer frente a una persona o situación que nos asusta.

Teniendo en cuenta estos factores y tomando como objetivo que las suposiciones no sustituyan ni malogren la comunicación, desde mi punto de vista, es importante aprender a darse tiempo para preguntar, gestionar las emociones y escuchar. En anteriores artículos he tratado lo relacionado con cuestionar los propios pensamientos o la formas de expresarlos (Hablarte antes de hablarle”, “¿Qué te cuentas?”, “7 claves para entender, entenderte y que te entiendan” o “A preguntas motivadoras, respuestas inspiradoras) y con la gestión de las emociones (Cinco formas de relacionarte saludablemente con tus emociones” o “Cómo transformar positivamente tu atmósfera emocional), de manera que hoy voy a centrarme en el tema de la escucha.

Cuando una persona se siente escuchada, se siente atendida, y eso  genera un profundo proceso que le anima a una mayor apertura. Al dar valor, importancia y consideración a las revelaciones de la persona que te habla, creas un clima de cooperación y receptividad ¿Qué tipo de  escucha desarrollas?  ¿Desde qué lugar estas prestando atención al otro? Generalmente cuando alguien nos habla estamos pensando qué nos quiere decir desde nuestra interpretación, nuestro estado de ánimo, nuestros juicios y nuestras circunstancias y creencias. La capacidad física de escuchar de una persona es de 480 palabras por minuto, mientras que nuestra capacidad de expresarnos es de 120 palabras por minuto. Esto nos “permite “ que mientras nos hablan,  la mente divague, evoque recuerdos, prepare respuestas o simplemente piense en otra cosa.

Dicen que el rey Salomón pedía: “Dame el don de un corazón que escucha”. Compartiendo la valoración de ese don, aquí van algunas reflexiones y propuestas para promover tu mejor disposición en el arte de escuchar:

De vez en cuando, expresa en tus propias palabras, lo que estás interpretando de lo escuchado, para que el otro compruebe si le estás entendiendo bien. Si no entiendes lo que la persona está diciendo, o te sientes confuso, o te has perdido, pide repetición o clarificación de las frases que no has llegado a comprender. Tus preguntas pueden enriquecer la conversación y son una forma de mostrar atención e interés.

No te dejes distraer por la forma de expresarse de tu interlocutor: ¿Te parece aburrido, repetitivo o superficial?  Por muy monótono que pueda ser el discurso, trata de pasar por alto su estilo para poder escucharlo y centrarte en la información que te ofrece. No supongas que lo sabes todo sino recuerda que de todo puedes aprender. 

Intenta ponerte en su lugar: Escucha sin prejuicios, dejando de lado las suposiciones, tratando de entender el contenido del mensaje desde el punto de vista de quien lo transmite y sin sentirte obligado a opinar lo mismo. Se trata de aceptar y respetar sus ideas y emociones mientras le ofreces interés y atención.

Trata de escuchar más allá de las palabras: Los gestos, las miradas, los tonos, el ritmo y las pausas también forman parte del mensaje.  Tenerlos en cuenta te ayudará a descubrir mejor el significado emocional de lo que estás escuchando. Son pistas que llegan a ser tan expresivas como el contenido de la conversación.

Respeta los silencios: Si quieres entender lo que alguien te dice, escucha sus palabras. Si quieres comprenderle escucha también la emoción de sus silencios. No te precipites en responder. Muchas veces, si esperas un poco antes de hablar, tu interlocutor te brindará más información. Adáptate a su ritmo como si estuvieras dejándote llevar en un baile. 

No des por supuesto que se necesita tu consejo, tu opinión o tu ayuda.  Quizás sólo quieren tu escucha y tu compañía. Si tienes dudas al respecto, mejor pregunta.

Como te decía al comienzo de este post, suponer es un ejercicio de imaginación que ayuda a ampliar las perspectivas. Pero si confundes tus suposiciones con la realidad y consideras que ese punto de vista es el único válido, quedarás constreñido en una limitada visión del mundo. Escuchar es tener en cuenta otros matices de la realidad y eso enriquecerá tu vida. No te quedes atascado en tus suposiciones. Date permiso para otear otros horizontes. En este sentido y como punto final de esta reflexión te invito a escuchar el audio “Tres propuestas para ampliar tus mapas mentales


Gracias por tu atención. Estaré encantada de leer tus comentarios. Abrazos y hasta pronto.


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