lunes, 12 de septiembre de 2016

Esa gente tan necesaria

Hay gente famosa cuya labor, valores o actitud admiro. Me alegra ver que, de vez en cuando,  obtienen reconocimiento social y reciben premios por su labor.

Pero, en mi vida, también hay mucha gente admirable que no es famosa ni suele queda incluida en las nominaciones a prestigiosos galardones. Son ellos quienes hoy me inspiran este texto. 

Yo les llamo mi “gente necesaria”. Tal denominación la tomé de este precioso poema de Hamlet Lima Quintana:


“Hay gente que con solo decir una palabra
enciende la ilusión y los rosales,
que con sólo sonreír entre los ojos
nos invita a viajar por otras zonas,
nos hace recorrer toda la magia.

Hay gente,que con solo dar la mano
rompe la soledad, pone la mesa,
sirve el puchero, coloca las guirnaldas.
Que con solo empuñar una guitarra
hace una sinfonía de entrecasa.

Hay gente que con solo abrir la boca
llega hasta todos los límites del alma,
alimenta una flor, inventa sueños,
hace cantar el vino en las tinajas
y se queda después, como si nada.

Y uno se va de novio con la vida
desterrando una muerte solitaria,
pues sabe, que a la vuelta de la esquina,
hay gente que es así, tan necesaria.”

Hay personas en mi mundo que siempre son así. Y de una forma u otra procuro mostrarles mi gratitud para que sepan que les tengo en gran aprecio y son mi inspiración. A veces, cuando la vida parece ponerse difícil, invoco su recuerdo en mi corazón y, aunque sea a trancas y a barrancas, intento seguir su ejemplo, encendiendo alguna ilusión, colocando alguna guirnalda de esperanza o alimentando un sueño del alma. Pero sobre todo trato de poner en práctica algo que una de estas “personas necesarias” , me enseñó y hoy quiero compartir contigo.

“Las personas más necesaria son aquellas capaces de hacer que los demás se sientan necesarios”. Esta es la frase que me dijo ese maestro cuando le mostré mi agradecimiento por su positiva influencia en mi vida. Y, ante mi expresión interrogante, me contó este relato:

 “Dicen que una noche, hubo una curiosa asamblea en una carpintería. Las herramientas se habían reunido para arreglar diferencias que les impedían hacer equipo.
 El martillo pretendió ejercer la presidencia de la reunión pero enseguida la asamblea le notificó que tenía que renunciar:
 – No puedes presidir, martillo – le dijo el portavoz de la asamblea – Haces demasiado ruido y te pasas todo el tiempo golpeando.
 El martillo aceptó su culpa pero propuso:
 – Si yo no presido, pido que también sea expulsado el tornillo puesto que siempre hay que darle muchas vueltas para que sirva para algo.
 El tornillo dijo que aceptaba su expulsión pero puso una condición:
 – Si yo me voy, expulsad también a la lija puesto que es muy áspera en su trato y siempre tiene fricciones con los demás.
 La lija dijo que no se iría a no ser que fuera expulsado el metro. Afirmó:
 – El ,etro se pasa siempre el tiempo midiendo a los demás según su propia medida como si fuera el único perfecto.
 Estando la reunión en tan delicado momento, apareció inesperadamente el carpintero que se puso su delantal e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Trabajó la madera hasta acabar una preciosa mesa. Al finalizarla se fue.
 Cuando la  carpintería volvió a quedar a solas, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando el serrucho, que aún no había tomado la palabra, habló:
 – Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Son ellas las que nos hacen valiosos. Así que propongo que no nos centremos tanto en nuestros puntos débiles y que nos concentremos en la utilidad de nuestros puntos fuertes.
 La asamblea valoró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto. Se sintieron un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos.”

Tras escuchar este cuento entendí que el carpintero era de esas personas que son capaces de hacer que los demás se sientan necesarios.  Y comprendí además que era una habilidad que se podía practicar y desarrollar. Quizás no todos sepamos, como dice el poeta, encender hasta los rosales con una palabra o con solo dar la mano romper soledades. Pero si podemos aprender a poner la atención, no en las carencias y defectos de quienes nos rodean sino en los dones, cualidades, recursos y aspectos más valiosos que cada cual puede aportar.

Y a eso te invito. Es todo un recurso de autoayuda pues al practicarlo, quizá no te hagas famoso pero te sentirás útil  pues estarás colaborando a que, con la aportación de todos, hagamos del mundo una obra hermosa, como la mesa de la carpintería.

Para empezar a practicar te sugiero este ejercicio:

Escribe el nombre de alguien con quien, por circunstancias, estás obligado a relacionarte pero te resulta una incómoda compañía. Detalla todo aquello que te disgusta de esa persona.

Luego escribe sobre sus circunstancias, su día a día y las motivaciones que crees le pueden llevar a hacer lo que hace. ¿Cuáles son las dificultades que afronta? ¿Cómo es su entorno? ¿Qué tipo de limitaciones tiene que asumir? ¿Está soportando presiones familiares, problemas económicos o preocupaciones de salud? ¿Qué es lo que más anhela? ¿Qué miedos le frenan?

Pregúntate cual es el valor positivo que esa persona quizás está buscando al comportarse de esas maneras que tanto  te disgustan. Piensa que su intención puede ser positiva aunque la conducta elegida sea nociva. Los seres humanos a veces gritamos para captar la atención, mentimos creyendo que así logramos mantener la paz o traicionamos nuestros principios para atender una necesidad de seguridad o reconocimiento, por ejemplo.

A continuación escribe sobre situaciones en las que tú hayas tenido reacciones similares y descubre qué es lo que pretendías actuando así. Recuerda en todo momento que, al hacer este ejercicio, no se trata de juzgar ni tan siquiera de evaluar sino de generar más comprensión.

Después de estas reflexiones, quizá ya con un punto de vista más amplio y compasivo sobre esta persona, trata de buscar algo en su aportación que te parezca positivo. O algo que, dadas sus cualidades podría desempeñar bien. Imagínalo haciendo tareas constructivas para su entorno y trata de visualizar en qué aspectos podríais llegar a colaborar. Anota todo lo que se te ocurra y recuérdalo cada vez que estés en su compañía. Posiblemente te sentirás más cómodo a su lado pues cuando ayudas a otros a descubrir el valor de su colaboración tú también estás haciendo una valiosa aportación

Con esa actitud te habrás situado en el grupo de “la gente más necesaria”. Esa que "procura ofrecer una mirada que se enfoca  en la dignidad humana más allá de las apariencias. Que contempla con consideración lo que a su alrededor, por pequeño que sea, también sueña e intenta transmitir confianza, compromiso y esperanza. Logrando que en su compañía todos perciban la grandeza de la vida que son: una expresión única e irrepetible de la vida, con una función que realizar, un potencial a desplegar, y siempre dignos de amor y respeto." ("Lo que el corazón quiere contemplar")

Gracias por tu atención. Estaré encantada de que participes con tus comentarios. Abrazos y hasta pronto.

Pepa Arcay
Coach Personal




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