martes, 31 de mayo de 2016

Mejor que preocuparte, ocuparte

Se cuenta, en un relato anónimo de la tradición judía,  que “un día el burro de un campesino se cayó en un pozo. El animal relinchó por horas mientras el campesino trataba de buscar la forma de ayudarle.  Finalmente pensó que el burro ya estaba viejo y el pozo necesitaba ser tapado con urgencia, así que decidió echar tierra para solucionar los dos problemas a la vez. Para ir más rápido pidió ayuda a sus vecinos.

 El burro al notar lo que se le venía encima empezó a relinchar con más fuerza pero después de un rato se aquietó. La gente no lo veía y pensaba que habría quedado enterrado pero lo que realmente sucedía era que estaba ocupándose de quitarse de encima la tierra que le arrojaban con cada palada.

Al poco tiempo, para sorpresa de todos, empezaron a verse las orejas del asno que, apoyándose en la tierra que se sacudía y caía al suelo, estaba logrando elevarse. Cuando llegó a la altura de la boca del pozo, dando un salto, salió corriendo alegremente dejando boquiabiertos a sus supuestos enterradores.”

Como el burro protagonista del cuento, en algunos momentos de nuestra vida, podemos tener la sensación de que haber tocado fondo en el pozo de algún problema. Suelen ser momentos de angustia y el estrés aumenta cuando, en medio de esa tensión, de quienes esperábamos ayuda recibimos rechazo y hostilidad.

En este punto, entre la percepción de las circunstancias y las posibles respuestas, podemos elegir dónde enfocar nuestra atención y decidir lo que más nos conviene hacer. Si nos dejamos llevar por pensamientos negativos y nos enganchamos en el juicio sobre las actuaciones de los demás, quizás la situación termine enterrándo nuestras posibilidades.

Imagínate que el asno del cuento se hubiese quedado parado pensando lo desagradecidos que eran su amo y los vecinos después de todo lo que había cargado en sus lomos para resultarles útil. Quizás se hubiera tirado en el suelo preso de la tristeza que emergía de su corazón decepcionado. De haberse centrado en la crueldad que mostraban los vecinos habría estado preocupándose del asunto de los demás, sobre el que no tenía control. Juzgando sus acciones y padeciendo por ellas. Pero por suerte para él, el burro eligió enfocar su atención en el aquí y el ahora, y tomó consciencia de cada palada de tierra que le caía encima. Se ocupó de su asunto y de su zona de influencia o espacio de acción que le quedaba para hacer frente a la situación.

Pudo abrir los ojos a lo que le estaba pasando y así ver qué podía hacer para responder de la mejor manera posible. Se concentró en sacudirse cada vez, esa pequeña porción de tierra, y manteniéndose con sus patas bien asentado sobre el terreno, fue capaz de transformar lo que antes sólo  percibía como acciones hostiles, en posibilidades para salir de la situación.

Quizá tu también tienes preocupaciones entre manos. Imagina un círculo que abarque a todas ellas. Es la zona de preocupación. Cuando revisas todo lo que queda dentro de este círculo veras que ante algunos de esos problemas no hay nada que hacer, al menos a tu alcance,  pero ante otros sí hay posibilidad de actuar. El círculo de la zona de influencia es el que rodeará estos últimos, delimitando el terreno de la ocupación.

Si te estancas en el círculo de preocupación restarás tiempo y energía para atender el círculo de influencia. Si quieres ser más efectivos y dejar de sufrir innecesariamente vale la pena centrar los esfuerzos en la zona de influencia. Así concentrarás recursos, y tomarás la iniciativa para promover cambios positivos.

Las preguntas que te indico a continuación pueden ayudarte a ir de la preocupación a la ocupación: ¿A qué desafío me enfrento? ¿Qué está en peligro? ¿Qué quiero conseguir para dar por solucionada la situación? ¿Qué posibilidades de respuesta tengo a mi alcance? ¿Qué valores y principios quiero que rijan  estas acciones? ¿Cuáles pueden ser las consecuencias? ¿Qué riesgos acepto asumir? ¿Con qué recursos cuento? ¿Qué puedo hacer para mejorar esta situación o para encontrarme mejor ante ella? Posiblemente vendrán a tu mente pensamientos sobre lo que otras personas deberían hacer. Antes de que tu atención quede secuestrada por ellos, pregúntate: ¿Puedo hacer algo para que esa persona realice lo que necesito? Si la respuesta es positiva, haz lo que tengas que hacer. Pero si la respuesta es negativa, recoge tu atención y llévala hacia todo aquello que sí esté dentro de tu zona de influencia.

 Cuando veas que, aún sin grandes problemas, tu cabeza está llena de asuntos que te atrapan, haz una lista con todos esos temas que bullen en tu interior. Esa será tu lista de preocupaciones, aunque te parezca que son asuntos menores. Después, aplica las preguntas anteriores a cada una de esas inquietudes y cada acción que decidas llevar a cabo para atenderlas, escríbela en otra lista que será tu lista de ocupaciones. Una vez hayas acabado tira a la basura tu lista de preocupaciones pues ahora ya sólo tienes acciones que llevar a cabo para sentirte mejor y en eso tendrás que enfocar tu energía y atención. Quizás haya habido preocupaciones para las que no hayas encontrado acción posible y, por lo tanto, cada vez que vuelvan a aparecer en tu mente, recuerda cómo tiraste esa lista a la basura en la convicción de que no eran asuntos quya solución estaba a tu alcance. Tras recordarlo revisa si aún queda algo por hacer de lo que si estaba a tu alcance solucionar.

Como le pasaba al burro en el pozo, a veces, la vida no para de tirarnos encima todo tipo de asuntos preocupantes. Si te quedas parado en el victimismo esos temas pueden acabar aplastándote pero si los afrontas como un desafío a tu creatividad y capacidad de aprender y superarte, los usarás como recursos para lograr un nivel más elevado de conciencia. En tu mano está hacerte responsable de tu bienestar y entrenar a tu mente para ver la oportunidad mientras trabajas en construir la posibilidad.

Gracias por tu atención. Estaré encantada de leer tus comentarios. Abrazos y hasta pronto.

Pepa Arcay
Coach personal



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